PENURIAS CUBANAS (Publicado en El Mundo el 2 de agosto de 2008)

El reciente aniversario del 26 de julio fue conmemorado con un discurso del presidente cubano Raúl Castro. Sus ideas insistieron en restricciones económicas como parte de medidas tomadas por el gobierno.

            El régimen cubano es un típico modelo del socialismo autoritario o capitalismo de Estado. El aparato de poder está controlado por el Partido Comunista Cubano, sustentado en una férrea organización militar y policial capaz de impedir cualquier disidencia y en caso de ocurrir, sancionarla.

            Sin embargo, debido a la ausencia del líder fundamental han ocurrido algunos movimientos calculados. Hay la necesidad de hacer concesiones aunque fueren cosméticas. La permisibilidad de la pequeña propiedad y las manifestaciones de las damas de blanco, evidencian una limitada flexibilidad en el tratamiento de los asuntos internos.

            La política exterior cubana se basa en el pragmatismo por sus relaciones con modelos tan disímiles como Colombia y Venezuela, China y España. Mantienen un antiamericanismo que le ha dado cohesión interna y de admiración por los sectores, cada vez más reducidos, de la intelectualidad internacional.

            El estigma del embargo del norte es una vía de apoyo popular cuando la realidad indica la existencia de un embargo parcial. Estados Unidos es el séptimo socio comercial de La Habana, lo cual delata la fragilidad de este latiguillo.

            Igualmente, su economía reside en el turismo, entregado a las operadores hoteleras transnacionales, la exportación de níquel a China y la reventa de petróleo gracias al excedente del envío venezolano. Hubo un crecimiento del P.I.B. en los últimos años, fotografía de una ilusión macroeconómica.

            No obstante, existe una evidente desigualdad en la distribución de los bienes y servicios entre la población. Una élite, los cuadros superiores del partido gobernante, las fuerzas armadas, la policía y la burocracia estatal, percibe ingentes beneficios por ser los administradores del Estado. El resto de la gente se encuentra en una situación de penurias al ser una mano de obra barata al servicio del poder.

            La revolución cubana emergió en los tempranos sesenta del pasado siglo como una esperanza para quienes desean un mundo mejor. Empero, la presión de la Guerra Fría y las concepciones rígida de los gobernantes la ubicó como un peón del ajedrez de la pugna Este-Oeste y fue una pieza del bloque soviético a escasas noventa millas de la Florida. Toda una joya geopolítica en aquellos años de enfrentamiento.

            El Che Guevara hizo mutis al comprender la inutilidad de la sujeción a Moscú. Cuando el Pacto de Varsovia invadió Checoslovaquia, La Habana la apoyó y en la discusión con los chinos se puso al lado del Kremlin. La caída del muro de Berlín le produjo una crisis inconmensurable al decaer las tres cuartas partes de su comercio internacional.

            Oír de nuevo la exigencia de sacrificios económicos al pueblo es deprimente. Obviamente que el cartabón político reinante en la mayor de las Antillas no es eficaz a la hora de valorar la calidad de vida de su gente. Un esquema fundado en el militarismo más directo y un control policial formidable no puede generar sino ira por su fracaso. Y pensar que existen todavía sectores de la izquierda aupantes del estalinismo y  otros creyendo en las bondades de otra frustración histórica, la democracia formal. Ahora es cuando queda camino para insurgir en nuevas concepciones aptas para devolver la soberanía a la sociedad.

 

Humberto Decarli R.

hachedester@gmail.com

Deja un comentario